Imaginaos por un segundo que sois animales salvajes, herbívoros, y por mala suerte en el menú de vuestro desayuno entra un pimiento picante. Lo más probable que en toda vuestra vida no olvidéis lo sucedido, y nunca más intentéis devorar una planta como aquella. Pues precisamente por eso la siempre sabia madre naturaleza (alias selección natural) desarrolló la capsaicina, la molécula del picante. Nuestro organismo no es muy bueno metabolizando la capsaicina, por lo que podríamos decir que prácticamente sale lo que entra...
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