Una campaña eficaz para difundir la lectura tendría que empezar por desprestigiar un poco esta actividad o sea por ajustarla a los nuevos modos. "El prestigio" conserva su prestigio... pero cada vez menos. Ahora tiene prestigio la fama, que era lo que les quedaba a los desprestigiados. Si leer tuviera el prestigio que se aprecia de verdad, no el que espanta a tantos, a la gente que tiene poder o mucho dinero o fama se la vería actuando con libros.
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