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La inocencia del barón

Al tacto averigüé que la mujer invisible tenía las piernas bien torneadas. Fue el lunes pasado. En París. Durante la comida con el barón Pierre de Coubertin. Amanda, así se llama ella, se sentó a mi lado y, como la que no hace la cosa, me cogió la mano izquierda y la posó en su muslo derecho. No supe retirarla a tiempo, lo confieso.

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