Lo de llamar Esperancita a la presidenta Aguirre, un diminutivo como de tontita, siempre me ha parecido una simpleza paternalista algo misógina. Yo creo que es una mujer inteligente y original, y también peligrosa y cada día más desagradable, porque encarna a la perfección aquello que más odio de los representantes públicos: el oportunismo, el sectarismo, el revanchismo, las ansias de poder más despampanantes. Desde luego, hoy la mayoría de los políticos son así, pero a ella se le nota más porque es tan feroz como eficaz.
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