Kirguistán es el país más democrático de Asia Central, e incluso se le ha llamado la “Suiza asiática”. Sin embargo, en los treinta años después de su independencia tres de sus cinco expresidentes han acabado presos o investigados, el país ha vivido dos revoluciones y todavía se decide entre un sistema parlamentario o presidencial. Las tradiciones, la división norte-sur y el pasado nublado por la leyenda marcan el rumbo del país, y la democracia no es necesariamente su destino.
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