Los pintores del Bateau Lavoir vivían en plena bohemia, se intercambiaban las amantes y modelos en aquel tinglado de madera donde reinaba una fiesta perenne de creación después de haber roto todas las reglas del arte. Kahnweiler tuvo una inspiración. De pronto le vino a la mente que aquel barco lavadero de Montmartre era una mina de oro y diamantes mucho más productiva que las de Sudáfrica y él tenía que ponerse al frente de esta empresa para sacar de la pobreza a aquellos mineros.
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