Ministerio de Defensa –bajo las órdenes de Federico Trillo– permitió que los militares volaran en una cafetera, en una tartana subcontratada sin las mínimas condiciones de seguridad. Ese ahorro salió caro: costó la vida a 62 militares españoles. El Yak-42 ha quedado definitivamente enterrado con un premio y dos perdones. El premio es una embajada en Londres. Los perdones, dos indultos, que permitirán volver a vestir el uniforme a los autores materiales de la estafa.
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