Ángeles González Carreño ya no cree en la Justicia. Han pasado ocho años desde que su exmarido -al que había denunciado por violencia de género- asesinase, antes de suicidarse, a la hija de ambos en una de las visitas que el juez había fijado dentro del régimen de divorcio. Ayer, tras un larguísimo peregrinaje judicial, el Tribunal Constitucional decidió cerrarle otra puerta.
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