La paz no consiste en que víctima y verdugo se abracen. Eso es soñar demasiado. Tampoco basta que uno deje de matar y el otro olvide, si es que lo tiene, el deseo de venganza. Se necesita algo muy difícil: admitir una injusticia redentora y mirar hacia delante. Da igual que ellos no se hablen si sus hijos sí lo hacen. Con eso han de conformarse en sociedades como la sudafricana, la irlandesa, la bosnia y la libanesa. Y con eso se conformó España en la transición. Alguien dirá que el conflicto vasco es distinto, como si aquí fuéramos marcianos.
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