Antes, mucho antes de convertirse en maestro budista, Alain Krystaszekv –nacido en Francia, pero de padres polacos– era un buen jugador de petanca. Algunos dicen que excelente. Quienes sabían del fervor de su afición no se extrañaron demasiado cuando, muchos años después, supieron que aquel que con el tiempo acabó haciéndose llamar maestro Kaisen no solo había seguido practicando, sino que había contagiado a sus compañeros de meditación y había convertido el juego en una práctica común en el Templo Zen del Pico Luminoso, en el sur de Francia.
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