El roce de su piel con un simple jabón o aspirar por equivocación el perfume de un desodorante pueden llevar a Marifé Antuña a la UVI de un hospital. Ya le ha pasado. Hasta los medicamentos son para ella peligrosos. Esta asturiana de 50 años y residente en la parroquia de Ruedes, en Gijón, sufre lo que se conoce como síndrome de sensibilidad química múltiple (SQM).
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