Antes de que estallase la burbuja española y la de Lehman Brothers, cuando a los jóvenes y a amplias capas de la población le importaban un pito los presupuestos del Gobierno, los autonómicos y los municipales, las políticas sociales eran a menudo rechazadas por «inviables». Cualquier gasto social era «insostenible» y la civilización occidental haría aguas si se implantaba alguna porque entonces nuestra economía dejaría de ser «eficaz y eficiente». El horizonte utópico, pedir el regreso de la URSS poco menos, era exigir que los médicos de aten
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