Fue palomero, engreído, campeonísimo, desahuciado e inocente. Y aún supo reinventarse en articulista y comentarista de colosos mediáticos. La barba, igual que la ironía, sigue en su sitio, pero mucho menos frondosa que antaño y ya canosa. Responde con los ojos a medio abrir, como si siempre estuviera elucubrando una teoría.
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