El 7 de marzo de 1462, una niña de 11 años sostenía en sus brazos a un bebé que iba a recibir el bautismo. La niña era Isabel, quien la historia conocería como La Católica; el bebé, su ahijada, era Juana. La historia le depararía un triste apodo: La Beltraneja. Tía y sobrina, madrina y ahijada, no sabían en aquellos años que con el tiempo serían enemigas y dividirían las tierras castellanas en una cruel guerra de Sucesión.
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