A la tasa de paro que alcanza al 40 % de los jóvenes se une un constante deterioro de sus condiciones de trabajo que, en muchos casos, se cronifica en el tiempo dando lugar a lo que ya se conoce como efecto cicatriz: la precarización como marca laboral que acompaña a los jóvenes en una espiral de difícil salida en la que quedan entrampados durante años.
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