Todo fue rápido, pero a Ricardo, nombre ficticio, le pareció el tiempo más largo de su existencia. Volvía de clase, como cada día, pero no sería un día cualquiera. Al paso por una de las calles que atraviesa a diario para regresar a casa, dos viejos conocidos lanzaron el grito de guerra: “Ahí va el maricón del cinco del oro”, el sambenito que Ricardo soporta estoicamente desde la infancia. A su intención de defenderse, la respuesta de los agresores fue tajante: “Nos reímos de ti y cuando nos riamos de ti, tú te piras, maricón”.
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