"El prestigio en la televisión no vale nada, sólo vale la audiencia de tu último programa", decía José María Íñigo cuando las audiencias no importaban aún tanto. Vivió en Londres, aprendió de la televisión internacional y volvió a España con la inteligencia de saber adaptar a la idiosincrasia nacional aquello que había observado en la pequeña pantalla del exterior.
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