Renfe ha mejorado, pero sigue teniendo prácticas comerciales estúpidas. No sé si sus directivos habían querido ser una compañía aérea, pero tienen una extraña manía de añadir tonterías irrelevantes a sus trenes sacados de sus viajes en avión. Desde la extraña manía de regalar auriculares en los trenes (¡en este mundo de iPods y Spotify!) al absurdo de las plazas asignadas, más la costumbre de los controles de acceso, escáneres de equipajes y demás teatro de seguridad. Renfe tiene un montón de chorradas que cuestan dinero y no aportan nada.
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