En pleno siglo XXI prácticamente la totalidad de las manifestaciones artísticas se han democratizado y pueden estar al alcance de todo tipo de público (al menos ha sido así hasta la llegada de la crisis actual). Sin embargo parece que al ciudadano medio le sigue imponiendo asistir a los teatros de ópera y cuando tiene que hacerlo, o quiere hacerlo, se siente inseguro.
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