Hace tres décadas el mundo vivía cautivo de un tenso juego de ajedrez, iniciado en 1947, donde la partida sólo podía dar un resultado: tablas. Unas tablas en las que el tablero, las piezas, los jugadores y los espectadores más cercanos quedarían reducidos a la nada radioactiva tras unos cuantos miles de detonaciones termonucleares a más de 15 millones de grados Celsius: la Guerra Fría acabaría con 900 millones de personas mirando al corazón del Sol, y el único consejo que se le daba a la población es que escondiera la cabeza bajo la mesa...
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