Una agente de la policía australiana que investigaba casos de pornografía infantil en Internet le puso un cebo. El hombre mordió el anzuelo, se abrió y comenzó a enviarle fotos y vídeos de menores. Peor que eso: llegó incluso a confesarle que había violado a un sobrino, al hijo de una alcohólica... La funcionaria australiana tiró del hilo y descubrió que el hombre vivía al otro lado del planeta, en España. Irlandés y casado con una gallega, dijo que no puede reprimir que le gusten los niños
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