Las supercomputadoras, que son hasta un millón de veces más rápidas que los típicos ordenadores de mesa, siguen siendo productos imprescindibles en los almacenes de datos de los laboratorios y universidades nacionales de EE UU, Japón y Europa occidental. Pero a lo largo de los últimos años, la reducción del precio de los grandes sistemas ha permitido que una gama más amplia de corporaciones e instituciones, entre ellas muchas en China e India, haya podido adquirirlas para todo tipo de usos.
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