Hace varias semanas Instagram mostró un anuncio que me sorprendió. Era sobre un producto que nunca había buscado en Internet, ni había compartido, ni había hecho favorito, ni había hablado sobre él en ninguna red social. Tuve una mala intuición: la única vez que hablé de dicho producto fue durante una conversación con unos amigos en un bar. Y la única manera de que Instagram lo supiera era activando el micrófono para escuchar nuestra conversación. Lo siguiente fue hacer un experimento para confirmarlo. El resultado da tanto miedo como imaginas.
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