Algún otro best seller llegó igual de rápido al mercado, pero pocas veces se habían conocido condiciones igualmente draconianas como las impuestas a los traductores de Inferno. Nada de contratos que blindan el secreto: mejor blindar directamente la traducción. Once traductores llegados de Francia, España, Alemania, Brasil e Italia trabajaron desde el 18 de febrero hasta el 5 de abril (daba igual si acababan antes, hasta ese día no podían abandonar el encierro) en un subterráneo del edificio Mondadori en las afueras de Milán.
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