Ayer presencié un atropello. Un motorista arrolló a un ciudadano en un paso de peatones, arrojándole al suelo (no llegó a pasarle por encima), e inmediatamente aceleró para perderse en la lejanía. Su compañero, que pasó a pocos segundos después, también pasó de largo acelerando. Decenas de policías contemplaron el suceso impasibles, sonrientes a veces. ¿Cómo es posible? La explicación es aún más chocante para un ciudadano biempensante: porque ambos motoristas eran policías municipales de Madrid, y el contexto, los minutos posteriores al 22-M.
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