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Indignación teledirigida

La indignación está tan promocionada que empieza a resultarme sospechosa. Y no me refiero a la que se expresa con las mareas reivindicativas, a las personas que expresan alternativas concretas bajo el esperanzador lema de “Sí, se puede”. Me refiero a esa indignación de salón, urbi et orbe que lanza dardos a diestro y siniestro, cultiva la desconfianza y destroza cualquier brizna de esperanza.

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