En un pequeño pueblo al noroeste de Bangalore, los campesinos hacen cola para conseguir una identidad. Cada uno rellena un formulario con su nombre y la fecha aproximada de nacimiento, o busca a alguien que sepa leer y lo haga. Apoya las yemas de los dedos en un escáner y mira a otro. Se toma una foto de su cara. Al cabo de unas semanas, tendrá un número de identidad, que el Gobierno indio quiere proporcionar a cada uno de sus 1.200 millones de habitantes, entre otras cosas para evitar fraudes.
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