Apenas mil kilómetros en avión separan Galicia y Gales, países que comparten mucho: una población similar, 2,8 frente a 3 millones; un paisaje accidentado y costero, y una lengua propia. Pero en materia de idiomas las similitudes terminan ahí. Mientras el gallego sigue perdiendo hablantes, el galés experimenta un renacimiento que lo aleja de una extinción tenida por inevitable desde mediados del siglo pasado. En 1991 tenía 508.100 hablantes, el 18,7% de la población; en el 2001 ya contaba 582.400 y en el 2004 alcanzó los 611.000.
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