El impuesto a las transacciones financieras anunciado el martes por Merkel y Sarkozy protagonizó ayer todos los debates: la banca lo rechazó, los analistas alertaron de sus efectos perniciosos, la izquierda lo celebró alborozada, los fiscalistas insistieron en su fin recaudatorio... Pero lo cierto es que tiene muy pocas probabilidades de salir adelante y, salvo un cambio radical, se quedará en un nuevo brindis al sol.
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