La ley hipotecaria española concede a la Iglesia Católica la potestad de inscribir a su nombre bienes que no estaban inscritos a nombre de nadie. A este acto, se le conoce como Inmatricular y ha provocado un auténtico revuelo en muchos pueblos de nuestro país. Los vecinos han visto como bienes que creían que eran del pueblo han pasado de la noche a la mañana a manos de algunos obispados.
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