El dinero que los fieles dejan en el cepillo de la Iglesia no deja rastro. La institución católica no tiene que rendir cuentas ni a Hacienda ni a la jerarquía eclesiástica. "Es el párroco, director o directora de la congregación quien decide qué se hace con el dinero recaudado. No hay forma de saber lo que ingresa cada parroquia. Queda demostrado con lo que ha pasado en Santiago", explicó a 20 minutos un portavoz de la Conferencia Episcopal.
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