Parece que mientras más cabalgamos, más obstáculos surgen. No soy un profesor que ponga muchos ceros en trabajos escritos o exámenes porque siempre dejo un margen en los ejercicios a la escritura creativa y para crear un texto propio no es necesario estudiar. Por lo tanto, un cero significaba no entregar nada o entregar algo copiado. Era así hasta ahora porque tenemos un nuevo enemigo con el que el alumnado comienza a coquetear: la inteligencia artificial. Aunque, en este caso, de inteligente tenga poco.
Hace unos meses encontré en una cuenta de TikTok a un señor que explicaba una aplicación que generaba textos de forma automática usando la inteligencia artificial. Solo había que escribir las primeras líneas y el programa seguía escribiendo solo valiéndose de todos los recursos de internet como fuente de información. Aparentemente era magnífico pues usaba datos reales con una redacción exclusiva, es decir, sin que pueda detectarse como plagio. Desde entonces, ya he visto algún vídeo más sobre el asunto en otras cuentas que siguen los jóvenes.
Por curiosidad, probé la aplicación escribiendo algo sobre el futbolista Lionel Messi. El texto comenzó a aparecer escrito con corrección, aunque sin adecuación ni coherencia y con dudosa cohesión. El redactor virtual mezcló datos actuales con antiguos, daba más protagonismo a títulos de su etapa de juvenil que a los actuales y hablaba más de problemas familiares que de sus éxitos deportivos. Es decir, un texto que difícilmente podría utilizarse para un fin serio, algo que me tranquilizó, pese a que haya vídeos que aseguren que, con algo de revisión, los textos pueden servir para su publicación.
Sin embargo, tanto en este curso como en el anterior, ya he detectado que algunos de mis alumnos me han entregado textos que hacen uso de un nivel de vocabulario impropio para ellos, con construcciones sintácticas que nunca les había leído y con un selección de la información que no se centra en lo importante ni se acerca. Creo que empiezo a saber la procedencia de estos textos y por este motivo acabo de instaurar un nuevo motivo para el cero en los trabajos de redacción.
Soy profesor en clase y partidario de las redes sociales. De hecho, uso mi canal de Youtube para reforzar algunas lecciones y TikTok para dar consejos de ortografía. Sin embargo, en ellas hay riesgos para la docencia y los hábitos del alumnado, junto al enorme foco de distracción que suponen. Estas aplicaciones de inteligencia artificial convierten ahora en mala idea mandar una redacción al alumnado para su elaboración en casa donde deberían encontrar la serenidad y el sosiego que a veces requiere la actividad de escribir.
Y sí, puede que algo estemos haciendo mal si no somos capaces de hacer que el alumno disfrute de la escritura propia, de la investigación sobre un tema, de consultar y leer fuentes de las que aprender, de ir construyendo palabra a palabra la casa de un buen texto con estilo propio.
En otros tiempos, estábamos forzados por la obligación, pero ahora empiezan a existir otras alternativas que nos hacen perder humanidad, que idiotizan al que sigue el camino fácil, que nos llenan de artificialidad. Queridos influyentes, además de pensar en conseguir seguidores, piensen en la ética, sean inteligentes y no solo artificiales.