El alma de la tierra son sus gentes.
La tierra aporta su carácter a los hombres que la habitan, y marca en ellos su impronta a través de los alimentos con que los sostiene, el clima en que los envuelve y las dificultades orográficas que les impone.
Los hombres a su vez determinan el carácter de la tierra con las obras que construyen y los artificios que idean para convivir con ella. Finalmente el hombre vuelve a la tierra para alimentarla con su sangre y con sus huesos. La tierra alimenta al hombre, y el hombre a la tierra, y si este doble pacto se rompe, sufre la tierra y sufre el hombre.
Neuadel aus Blut und Boden. Walther Darré.