El colmo de la ineficiencia es lo que pasa en la primera ciudad que ha sufrido restricciones, Huesca. “Acostumbrados a tener un pantano al lado –explica Arrojo–, nadie ha atendido a las pérdidas en sus conducciones, que son del 50 por ciento, lo que significa que gasta la misma agua de día que de noche”. Es decir, que cuando el corazón bienintencionado del ciudadano cierra el grifo provoca que suba la presión en las cañerías y suben las pérdidas de agua. Vía
bifri.net/story.php?id=522