Ese terror que atenaza al párvulo ante la letra escrita se convierte en miedo pánico para el ilustrado cuando su mirada cae en alguno de los carteles que hemos recopilado a continuación, un compendio de horrores ortográficos, salvajes patadas al diccionario y todo tipo de tropelías contra la gramática que, suponemos, harían las delicias del autor de ‘El coronel no tiene quien le escriba’.
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