No se sabe por qué, pero a los madrileños parece que lo de hacer cola les va. Y es que hoy he asistido una vez más a la enorme fila que se monta a la puerta de El Capricho Extremeño en el Rastro de Madrid, para pedir tostas. No es que crea que no merezcan la pena sus tostas, pero la cuestión es que es el único local del rastro que se accede a él pasando por una enorme cola llena de gente variopinta. El Rastro ya no es lo que era. Y es que las hordas de gente llegan a ser muy preocupantes y ya no se está a gusto en ninguna parte.
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