Ni la dentellada del invierno, ni la infinidad de islas y puentes, ni la sucesión de repechos son obstáculos suficientes para los 150.000 ciclistas (en una ciudad de 800.000) que se abren paso a diario entre la marabunta motorizada. Desde Copenhague y Amsterdam –donde la bici llega al 30% de los desplazamientos- se mira aún a Estocolmo con un cierto complejo de superioridad, pero basta con vivir la hora “punta” en las calles de Gamla Stan para comprobar la larga distancia que aún nos queda.
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