El número de integrantes de la guarnición de una fortaleza era de más dispar. O sea, no había ningún tipo de normativa que regulase la cantidad de efectivos que debían componerla. Eran las necesidades del momento las que dictaban cuántos hombres debían nutrir la guarnición, y era la corona o el concejo de los que dependía los que tenían la obligación de enviarlos.
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