A comienzos del siglo XX los guantes eran parte indispensable de la indumentaria de toda dama que se respetara como tal. Estados Unidos tenía una próspera industria guantera, auspiciada por sobre todo gracias a una generosa política de aranceles.El truco al que recurría Samuel Goldfish, era encargar guantes de Francia de la mejor calidad, en pedidos abundantes para la reventa Pero a la hora de embarcarlos, pedía que los embarcaran en dos pedidos.Un pedido contenía todos los guantes la mano izquierda, y el otro pedido los de la mano derecha
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