En la Holanda ocupada, los nazis llevaban a prisioneros hasta una zona llena de dunas al norte de La Haya y allí los asesinaban y enterraban en fosas comunes. El tiempo habría hecho imposible reconocer a los muertos. Piet Kuijt era jardinero o agricultor, tenía permiso de los alemanes para trabajar allí. Con algún tipo de patrón en la plantación que nadie más conocía y que jamás compartió, iba señalando donde habría fosas. En 1945, tras la guerra exhumaron 270 cuerpos, excepto 27 los demás pudieron ser identificados y entregados a sus familias.
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