Hay dos relatos sobre el 23-F. El oficial todos lo conocemos. Y el relato apócrifo viene a decir que el 23-F fue un teatro orquestado para domesticar a izquierda y sindicatos, que en aquellos tiempos eran muy beligerantes y reclamaban derechos sociales que excedían con creces los planes de quienes cortaban el bacalao. Según este relato, tanto Campechano como las fuerzas vivas del país sabían que Europa no toleraría una nueva dictadura en España, y que cualquier reversión de la democracia nos desterraría al Tercer Mundo. Pero a la vez querían que, en cuanto a derechos sociales y reparto de la riqueza, nos pareciésemos todo lo posible a ese Tercer Mundo. Así nació el 23-F.
En el teatro del 23-F, Campechano sería el poli bueno que desbarataría el golpe. Otros, desde las sombras, harían el papel de poli malo, usando como caras visibles a determinados ultras trasnochados como Tejero o aquel orondo líder falangista que gritaba por teléfono "no renunciéis, que es España!". Una vez terminada la mascarada, el golpe sería abortado y los peones serían detenidos (aunque acabarían cumpliendo penas bastante livianas) gracias a la providencial intervención de Campechano, imagen de la España moderada y sensata que debe imponerse frente a los radicalismos que acaban provocando levantamientos militares. Y el mensaje sería claro: si las huelgas, manifestaciones y reivindicaciones sociales maximalistas siguen, los militares pueden volver a enfadarse y tal vez Campechano no pueda controlarlos. Así que a aceptar la maravillosa democracia que nos ha traído Suarez, donde se vota pero hay determinadas cosas que no pueden tocarse, como los privilegios de las vacas sagradas (banca, terratenientes, grandes fortunas...).
Más de 35 años después, Rajoy plantea que PSOE y C´s alcancen un entendimiento para que Sánchez gobierne. Es más, un amigo mío que escucha el programa de Jiménez Losantos me ha contado que el propio tertuliano lo defiende. La idea es asegurar la continuidad de la España moderada y sensata frente al peligro de la ultraderecha, el separatismo y la extrema izquierda podemita. Abascal, sin quererlo, está haciendo el mismo papel de Tejero.
Rajoy (y si lo que mi amigo dice es verdad, también Jiménez Losantos) están transmitiendo el discurso de las altas esferas económicas, que se han beneficiado profundamente del miedo a los fanáticos de Vox. Las empresas del ibex, los bancos...no quieren un gobierno donde un partido ultraderechista neofranquista tenga la llave. Porque ese partido va a exigir medidas inaceptables en Europa, va a poner en cuestión la aconfesionalidad del Estado, los derechos de las minorías sexuales, la igualdad hombre-mujer, la libertad política (ya hablaban de ilegalizar a Podemos)...y eso nos va a colocar al nivel de Polonia, una apestada en la UE por culpa de los delirios de su gobierno ultraderechista (en cuyo grupo parlamentario europeo se ha metido Vox, por cierto).
Las cosas que Vox promueve no son aceptables en la Europa del siglo XXI, y la banca lo sabe. Por eso, pese a que Vox defiende un capitalismo salvaje sin límites que en abstracto beneficiaría a las grandes empresas y a los más ricos, nuestros mandamases económicos prefieren mayoritariamente un gobierno PSOE-C´s (sea en coalición o con un PSOE dependiente de C´S a nivel parlamentario), donde los derechos civiles ya conquistados no se toquen pero los derechos sociales se pisoteen como han venido haciendo de forma bastante invariable los sucesivos gobiernos del bipartidismo.
¿Cómo conseguir que la ciudadanía acepte esa fórmula mayoritariamente? Agitando el fantasma de la ultraderecha. El "virgencita que me quede como estoy" es un mantra que la gente asume en su mayoría cuando amenazan con quitarles lo poco que tienen. Fue lo que provocó el voto masivo al PSOE (aparte de la clara culpa que tiene la cúpula de Podemos por sus malas decisiones) y lo que provoca que, hoy en día, mucha gente de izquierdas esté rezando (aunque sin éxito) para que en su comunidad autónoma pacten C´s y PSOE, dejando fuera a PP y Vox. Muchos de los que antes soñaban con grandes conquistas sociales ahora ruegan para que todo siga más o menos igual con un pacto entre centro-derecha y centro-izquierda. Varias décadas después, Sánchez hace gustosamente el papel de Campechano y Abascal, sin quererlo, el de Tejero. Si los planes de nuestras vacas sagradas triunfan, en los próximos años gozaremos del mismo futuro que nos dio el 23-F.