Mi abuelo hacía años que era de ONO: por comodidad, por evitar jaleos de cambiar, porque le gustaba el mando; qué sé yo. Por precio seguro que no, eso sí. En abril de este año añadí internet al teléfono y TV y, cuando me avisaron de la permanencia, dije que sí. Era consciente de lo que era una permanencia con una compañía telefónica, pero tenía claro que si mi abuelo fallecía –estaba ya muy delicado de salud- no habría problema con la baja.
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