Cuando Álex tenía catorce años y estudiaba cuarto de ESO empezó a mostrarse más nervioso de lo habitual. Crecían sus dificultades con los estudios, contestaba mal a sus padres y parecía aquejado por un terrible malestar. Una noche su madre entró en su cuarto y le preguntó qué le ocurría. "No te va a gustar lo que te diré, te enfadarás".
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