El hombre se ha obsesionado con los objetos de consumo. Ha caído en la trampa de creer que, cuanto más tiene, más feliz va a ser, sin caer en la cuenta de que no es más feliz el que más tiene sino el que menos necesita. Cada día crece el número de personas que dicen sentirse insatisfechas a pesar del tren de vida que llevan. Sin embargo, aquellos que lideran la sociedad de consumo hacen oídos sordos y siguen empecinados en modelos de crecimiento cuestionables e insostenibles.
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