Es poco frecuente que en Colombia, azotada por un conflicto armado de cinco décadas, alguien pida perdón. Desde hace cuatro años lo están haciendo algunos paramilitares que se acogieron a una ley de rebaja de penas, el Estado lo ha hecho en otros casos y ahora el turno es para el hijo de Pablo Escobar, el capo del narcotráfico más temido del país, que murió en 1993."Soy consciente del daño que mi padre con sus actos le ocasionó al país y a la humanidad", me he propuesto la tarea de liberarme de estos nudos de violencia que enredan mi garganta".
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