La cámara se mueve nerviosa y no atina a enfocar. Cuando lo logra, la imagen que aparece es gris, desoladora. Una calle derruida, hecha con edificios destruidos. Una calle totalmente desierta y, a lo lejos, un cadáver. En un silencio roto sólo por las advertencias sobre el peligro, dos sanitarios palestinos cargan una camilla y corren hacia el cuerpo. Deben meterlo en la ambulancia y llevarlo al hospital.
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