Se llama A., tiene catorce años, cursa segundo de Compensatoria y está hasta la polla del instituto. Antes era el grano en el culo de cualquier profesor que tuviera la desgracia de cruzarse en su camino, pero desde que lo separaron de su hermano gemelo, su comportamiento ha mejorado. Ahora es un autómata, un pedazo de carne. En mi clase no dice ni mu, se sienta en la última fila y se queda mirando a las musarañas. Si yo no le digo que saque la libreta, A. no saca la libreta; si yo no le digo que copie un enunciado, A. no copia el enunciado[..]
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