No hiciste caso a nadie y te quemaste. Ahora, en vez haberte bronceado estás en rojo, como un insecto peligroso, sin poder moverte y claro, mucho cuidado con que alguien te toque la espalda. Tú y tu piel al unísono, irritables e irritados. Te duele al sentarte, al tumbarte, al vestirte... No escuchaste a nadie y ahora buscas los remedios de la abuela, pero en realidad, según los dermatólogos, nada funciona mejor que las cremas.
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