Salen de clase cabizbajos y refunfuñando. Dicen que todo lo que les cuentan los profesores se lo saben de memoria y que ellos no deberían estar allí, en la autoescuela, un viernes por la tarde, repasando lecciones sobre conducción segura. "El coche es mi vida y yo creo que con el dinero que he perdido en el trabajo por no poder conducir ya he pagado mi error". Ángel Montoya, de 54 años, es uno de los 20 alumnos que la semana pasada empezaron el curso de recuperación de puntos de la Dirección General de Tráfico en la autoescuela Rayo de Madrid.
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