Hace cinco años, Abd El Hamid Karzai parecía el Obama de Afganistán. Políglota y cosmopolita, aristócrata y elegante en sus característicos shalwar kameez. Hoy, el presidente afgano se presenta a la reelección rodeado de señores de la guerra, a los que ha entregado puestos de gobierno a cambio de los votos de sus feudos, salpicado por los escándalos de corrupción de su Ejecutivo y de su propia familia, y desacreditado por las leyes de opresión de la mujer que ha promulgado para asegurarse el apoyo de los fundamentalistas.
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